Historias de Vida | Creo que en estos 20 años, hice algo
El último 14 de enero no fue un día más para el entrerriano Rodrigo Fernando López, a pesar de estar acostumbrado a las fuertes emociones por sus experiencias como deportista paralímpico y sus títulos mundiales en el ciclismo adaptado. Sin competencias a la vista a causa de la pandemia de coronavirus y en su Colón natal, donde entrena y se esfuerza pensando en un sueño llamado Tokio 2021, recibió su Diploma al Mérito de los Premios Konex, que lo ubican como uno de los mejores deportistas de la década 2010-19.
“Como les comenté a varios, jamás me lo esperaba. Primero, por ser deportista paralímpico; la verdad, a veces no nos tienen en cuenta en algunos premios de este tipo, no fue el caso de los Konex. Y también porque me había olvidado ya de este premio, por eso fue una sorpresa muy grande, como que me cayó la ficha y me dije ‘creo que en estos 20 años activos hice algo’. Sentí una alegría muy grande”, reconoció en diálogo con ANÁLISIS DIGITAL.
Es que su nominación entre los seis mejores ciclistas de la segunda década del nuevo milenio se conoció a principios de diciembre. En aquella ocasión, la Fundación Konex dio a conocer las 100 personalidades más destacadas del Deporte Argentino (2010-19) y entre los pedalistas distinguidos estaba el colonense, partícipe de las últimas cuatro ediciones de los Juegos Paralímpicos (Atenas 2004, Beijing 2008, Londres 2012 y Río 2016, y medallista en dos oportunidades.
Leandro Bottasso, María Gabriela Díaz, el campeón olímpico Walter Pérez (junto a Juan Curuchet en la prueba Madison de Beijing 2008), Maximiliano Richeze y Eduardo Sepúlveda son los otros ciclistas que junto a López integran el selecto grupo nominado por un jurado presidido por el mismísimo ex jugador de la selección de básquetbol y la NBA, Emanuel Ginóbili.
Con semejante distinción, las felicitaciones de sus colegas no tardaron en llegar para Rodrigo, que se animó a enumerar los méritos que cultivó a lo largo de su carrera para recibir el diploma: “Paciencia, trabajo desinteresado, no por lo que te van a dar, sino hacerlo lo mejor posible, pero por y para vos”.
Ganador del bronce en Atenas 2004 (Ruta Contrarreloj) y otro en Londres 2012 (Persecución Individual), también ha obtenido ocho diplomas paralímpicos en su trayectoria, que incluye, además, cuatro mundiales que lo convierten en el único ciclista argentino en alcanzar esa cifra: Kilómetro con partida detenida-Monticchiari 2011 y Los Ángeles 2012; Persecución Individual y Kilómetro-Aguas Calientes 2014). Además, es el que más medallas cosechó, incluyendo a los pedalistas convencionales.
Enterados de la distinción, la Comuna de Colón también le rindió tributo a aquel muchacho que desde los tres años soñaba con ser campeón del mundo. “La municipalidad, deportes y el Honorable Concejo Deliberante me recibieron y me dieron una placa en nombre del pueblo y un obsequio, además de las palabras del Intendente (José Luis Walser) y algunos funcionarios más, destacando mi trayectoria y mi premio”, contó López desde su domicilio recordando aquella jornada de diciembre.
Este año se cumplirán 20 desde que Rodrigo López, acompañado por su papá y con el apoyo de muchos colonenses –a través de rifas, donaciones y ventas varias–, probó suerte en España ante la ausencia de competencias de ciclismo adaptado en Argentina. Ya se había iniciado con un segundo puesto en una carrera convencional de Mountain Bike y sus padres, convencidos de sus condiciones, hicieron todo lo posible para que viajara. No fue en vano: logró una medalla de oro y otra de plata en el circuito de Tomelloso, perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.
Rodrigo, que sufrió un virus a los cinco años que le provocó una parálisis cerebral, provocando dificultades en su habla y audición, confesó cuáles son sus secretos para mantenerse competitivo a lo largo de dos décadas de ruedo internacional. “Tomar las cosas con calma, pero no hacerlas así nomás; vivir el momento, entrenar y trabajar a conciencia, pero también descansar, el descanso es fundamental, pero sobre todo vivir la vida momento a momento y disfrutarlo”, argumentó.
Abanderado de la delegación argentina en los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015 y campeón en Kilómetro de esa cita continental con récord incluido en Guadalajara 2011, no descansa yendo detrás de sus sueños y hoy es participar por quinta vez de los Juegos: “Estoy y estuve entrenando muy bien, tranquilo para lo que venga cuando venga, cambié algunos hábitos nomás pero no influye negativamente en la preparación”, consideró sobre sus ensayos en plena pandemia. Por último, en medio de tanta incertidumbre mundial por el Covid-19, Rodrigo López dejó en claro sus metas y van más allá de lo deportivo: “El principal objetivo es mantenerme sano de cuerpo, mente y espíritu”.
Nota realizada por: Juan Josè Noguera, de ANÁLISIS DIGITAL
Fuente: www.analisisdigital.com.ar/deportes
Historias de Vida | María Inés Laborde
María Inés Laborde nació el 16 de abril de 1981. A los dos meses de vida tuvo meningitis y quedó con dificultades para hablar y caminar. Lejos de quedarse sentada, el eje de su vida pasó por superar vallas que le permitieran alcanzar sus objetivos. Desde pequeña tuvo el don de comunicar. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA la carrera de Editor. En el 2018 publicó su libro: “Resultados son resultados”. Bajo el seudónimo Maine Laborde es Gestora del Blogger Mil modos de hacer en el que relata con humor, emoción e ironía los desafíos que se propone atravesar para vivir la vida como cualquier otra persona.
Historias de Vida | Dejando huellas en la arena
Historias de Vida | Personas con discapacidad, pueden…
Con seguridad, este texto no hubiera sido escrito si previamente no hubiera existido un contexto que lo motivó. Súbitamente un hecho en la vida de una persona o de alguien tan cercano que conmueve nuestros afectos y sentimientos más íntimos, puede hacerle abrir los ojos a una realidad que si bien estaba delante suyo, la observaba como un “outsider”, al margen de su entorno existencial, y de repente pasa a descubrir un mundo nuevo cuando lo vive en carne propia. Representa un abrupto cambio de vida para ella y su familia. Voy a referirme a la situación de la persona con discapacidad en general, pero además -como nunca antes- voy a escribir sobre mi persona, mi familia y quienes me rodean, me acompañan y me asisten. Es imposible abstraerme de mi propia experiencia de vida, que de pronto me hizo sumergirme en este universo tan especial. Doloroso y triste para unos, sí, es innegable; pero también maravilloso y asombroso para otros. Encontré un nuevo lenguaje, el de terapeutas y pacientes, gente increíblemente admirable y prodigiosa, con quienes gratifica el alma compartir al menos un instante. Sabiamente, una de ellas me enseñó que Miguel de Unamuno había inmortalizado la frase: “Hablo de mí porque es la persona que tengo más a mano”, y me convenció de que debo poner el foco en mi propia vivencia y en lo que me dejó como enseñanza. Descubriendo lo desconocido A raíz de un ACV y sus secuelas tuve que jubilarme por invalidez, y obtuve el certificado de discapacidad. Llegué a perder el habla pero la recobré prontamente. Con mucha ayuda, pude volver a caminar y recuperé parcialmente ciertos movimientos del brazo y pierna derechos. No hace mucho, con mis limitaciones, volví a manejar. Algunas caídas no me impidieron levantarme y seguir. No dejo de dar gracias a Dios que no me afectó la parte cognitiva del cerebro ni la habilidad de comunicarme, que me permite relatar mis ocurrencias, para mantener activa la mente y no decaer. Dicen que “a tozudo, nadie le gana al vasco”. No soy de darme por vencido fácil y voy a dar pelea para rehabilitarme. El incondicional apoyo de mi magnífica mujer y toda mi familia, y el ejemplo paterno me incentivan cada día. En lo físico, en lo mental o en lo espiritual, siempre hay algo que corregir y aprender. Para lo que no se pudo recuperar: temple y resignación. Pero teniendo siempre presente la enorme lección de vida: valorar como nunca lo que tengo porque me fue dado, sin espacio para lamentarme por lo que pude haber perdido. La providencia me dio tanto más de lo que merecía que debo estar eternamente agradecido. Cuántas veces nos quejamos por cosas sin importancia, en lugar de apreciar y saborear la vida y los dones recibidos. Como el deleitarse con el despertar de cada nuevo día. Entendí que hay una forma no despreciativa de dirigirse a quien necesita rehabilitación para que no se sienta herido en su sensibilidad. No es igual hablar de “persona con discapacidad” (como los definió la ONU en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, de 2006), que de “discapacitado”, de “personas con diversidad funcional”, “inválido”, o “minusválido”. Mucho más espantoso, el término arcaico de “deficiente”. No es pura semántica, se trata de la dignificación del ser humano, de su integración, de un enfoque no discriminatorio. ¿No es curioso que se llame “discapacitado” a un sujeto al que, si bien se le ha reconocido una “discapacidad”, pueda tener muchas otras habilidades? ¿No es mirar sólo el déficit y no las “capacidades”? Aprendí también que a veces no hay que ser rencoroso y perdonar (si es necesario, “setenta veces siete”, enseña el misericordioso) a aquellos que con pretendida gracia sarcástica pusieron en duda la seriedad de mi enfermedad. Tal vez no son tan perspicaces como creyeron ser, o no pensaron en lo que mi familia pudo afligirse, sufrir o llorar, sobre todo, mis hijas menores. Situación actual Según el Indec hay en el país más de 3.570.000 personas con alguna discapacidad, y son quienes sufren mayor discriminación, según informa el Inadi. Máxime, cuando se suman factores de vulnerabilidad como la pobreza y la niñez. Algunas ni siquiera pueden gozar de los beneficios del certificado único de discapacidad (CUD), por desconocimiento, burocracia, distancias, o para no sufrir discriminación -por increíble que parezca-, lo que les dificulta acceder a derechos básicos como salud, educación y trabajo. El Estado, en sus distintas áreas y competencias, lejos de asegurar su igualdad, desconoce una y otra vez los derechos humanos de estas personas, mientras se derrocha en gastos inverosímiles. Desde sus sillones, funcionarios públicos se desentienden y no ayudan a remover las barreras que les impiden una vida mejor. ¿Es más importante un paro o una asamblea en día y horario de trabajo, que atender a un niño pobre con discapacidad que se costeó el traslado con su madre desde quién sabe dónde? Son seres humanos que, con alguna restricción, pueden. Con sus ojos enternecedores y una sonrisa que brilla suelen irradiar una onda positiva que emociona hasta el alma. Ayúdenlos y déjenlos hacer, vivir en forma independiente, pensar, educarse, estudiar, desarrollar sus capacidades, trabajar, curarse y rehabilitarse, ganarse el sustento, ilusionarse y soñar, hacer deportes, superarse, jugar, reírse, formar una familia. Sería de una insensibilidad y una crueldad indignantes privarles de sus derechos legítimos. El respeto integral de la facultad de acceder a un empleo público o privado posiblemente sea el impedimento más difícil que padecen. No son tratados como sujetos de derecho. Por eso, cabe destacar una iniciativa de mi terapista ocupacional, Celina Guantay Briones, y un equipo de profesionales, que logró que un grupo de estas personas -al concluir sus estudios- sea admitido como ordenanzas o porteros en escuelas provinciales. Pude apreciar sus conmovedores gestos de gratitud hacia sus mentores. Cuánto más podría hacerse por ellos si los funcionarios atendieran sus solicitudes y fueran proactivos para su mejor inclusión. No puedo concluir sin hacer un reconocimiento a los pacientes y terapeutas que tuve el privilegio de conocer. Los primeros, con sus propios problemas, comparten y se esfuerzan a diario con los demás, y se apuntalan y alientan recíprocamente. Imposible nombrarlos a cada uno, pero los recuerdo siempre y los llevo en mi corazón. Dejé para el final a los profesionales: mi enfermero (y amigo), fisioterapeutas, kinesiólogos, terapistas ocupacionales, fonoaudiólogos, psicólogos, y demás especialistas. Benefactores que me asistieron en mi casa, en la excelente Fundación Leven y en los consultorios, humanitaria, esforzada y abnegadamente. Con enorme esmero, perseverancia y aplicación, día tras día, con hambre, frío, lluvia o calor. Siempre inquietos por capacitarse y perfeccionarse. Con poco reconocimiento social e insuficiente retribución, dan siempre lo mejor de sí, con empatía y una sonrisa franca y espontánea, soportando los lamentos, las quejas o las indiscreciones de pacientes como yo. Sin excepción, son un ejemplo para toda la comunidad.Adolfo Aráoz Figueroa
Historias de Vida | Luciano Palazesi
Luciano en la apertura del Congreso de Neuroortopedia.
Historias de Vida | Orgullo
Diputados distingue a un jóven que tras una parálisis cerebral se recibió de contador. Es Luciano Palazesi, tiene 27 años, trabaja y sigue estudiando. Un ejemplo de lucha y superación. Fue distinguido como uno de los 10 jóvenes del país sobresaliente con discapacidad motriz.Nota Diario ” La Capital (12/11/2014)
http://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/Diputados-distingue-a-un-joven-que-tras-una-paralisis-cerebral-se-recibio-de-contador-20141112-0055.html
Nota “Galvez hoy más que nunca” (18/11/2014)
http://galvezhoy.com.ar/2014/11/18/distinguieron-en-la-legislatura-al-cpn-luciano-palazesi/
Nota Diario “Uno Santa Fe” (15/11/2014)
http://www.unosantafe.com.ar/santafe/Luciano-Palazesi-una-historia-de-superacion-20141115-0056.html
Historias de Vida | Las cosas por sí solos
Mi nombre es María Luján Lugones, soy de Santiago tengo 32 años y estudié Licenciatura en Psicopedagogía en la Universidad Católica de Santiago del Estero.
Sólo soy una joven más, cuyas aspiraciones de un futuro profesional me motivaron a seguir adelante. Sin embargo, el desafío es un poco más grande que el de cualquier otro estudiante. A poco de nacer me diagnosticaron parálisis cerebral, producto de un accidente en el parto de mi madre. Esto afectó parte de mi motricidad y habla, pero en ningún momento mi energía transgresora.
Al terminar la secundaria, decidí estudiar educación especial. Quería abocarme a la enseñanza de los niños con discapacidad y ayudarlos: un poco con didáctica y un poco con ejemplo, a cumplir con todo aquello que sueñan y se proponen. Lamentablemente, mi condición no me permitió acceder a esta carrera; pues el trabajo exige de ciertos aspectos más que intelectuales. Lejos de desanimarme y quedarme de brazos cruzados frente al futuro, redireccioné mis objetivos. Como la carrera de psicopedagogía “era similar a la educación especial”, decidí seguir ese camino.
“He terminado de cursar y de rendir todas las materias. Ahora ya presenté mi tesis, por segunda vez, con el tema: “La función del psicopedagogo en la integración escolar de una alumna con parálisis cerebral”.
2010 fue un año de superación plena, en diciembre rendí mi última materia y en 2011 ya pude presentar mi tesis. Tuve algunos problemas con una persona del tribunal que no quería que me reciba, porque según ella “no puedo administrar los test”. Le recordé que la “Psicopedagogía es mucho más que saber administrar los test, es acompañar a la persona en sus aprendizajes, asesorar a docentes, directivos, padres, etc. Es un campo muy amplio, en el que hoy en día hay mucha demanda. Así que este año, si Dios quiere, me recibo”
Como cualquier otro universitario, quise prepararme de la forma más completa. Estoy haciendo una pasantía en el instituto psicoeducativo “Logros” donde formo parte de equipos interdisciplinarios.
Quise hacer una experiencia laboral ya que en la universidad no tenemos oportunidad de realizar una practica laboral. Si tuvimos en el ultimo año de la carrera una materia de practica pre-profesional pero era solamente “académica”. Lo tome como un desafío personal y motivador para que quienes tengan una cierta discapacidad, cualquiera que fuese, puedan ver que nosotros también podemos aportar un conocimiento distinto e inclusivo hacia otras personas.
Ahora estoy acompañando en el proceso de aprendizaje a un alumno universitario que tiene parálisis cerebral. Cuando un alumno egresa del colegio e ingresa a la universidad se encuentra con otro mundo diferente como por ejemplo no saber como estudiar. Ahí se encuentra la “Función de la psicopedagoga”, brindarle al sujeto de aprendizaje las estrategias, formas, métodos y técnicas para poder estudiar y aprobar en la universidad. Siempre he tenido como objetivo ayudar a los demás con esta discapacidad o la que fuese. Mi meta es recibirme y decirle a la gente que sí se puede. Que sean conscientes, capaces de decir y hacer las cosas por sí solos”.
“Soy independiente”. Si bien preciso de un andador para caminar y una asistente para salir y hacer trámites, logré conquistar autonomía en muchísimas áreas. Gran parte de eso, se lo debo a la educación que me brindó mi mamá. “Me ha criado de buena manera“, dijo y admitió que no tuvo intentos de sobreprotección. El mejor método de cuidado que pudo obsequiarle fue la “confianza” plena en sus capacidades.
“A las personas con discapacidad les digo que sí se puede alcanzar un sueño, una meta; nada más hay que esperar la oportunidad”.
“A las personas que son ‘normales’. Si no nos dan la posibilidad de expresarnos a nosotros, no nos pueden conocer”